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Me llegan las cartas 
y no sé leer
y, aunque me las trago,
no mancho el papel.

Todos me pisan a mí, 
pero yo no piso a nadie; 
todos preguntan por mí, 
yo no pregunto por nadie. 

Un bulto veo venir, sus pasos no hay quien los cuente, y, cuando se acerca a mí, meto mi cuerpo en su vientre.

Mido telas y estaturas,
pero, a veces, en ciudades,
sin humos y sin candelas,
llevo gente en cantidades.

Con sólo tres colores
ordeno a cada uno.
Si todos me respetan
no habrá accidente alguno.

Tengo muchos pares, 
te los puedes probar,
pero si te los llevas, 
tendrás que pagar.

Una vieja con un diente
que llama a toda la gente.

 

Buenas y sonoras 
cuerdas tengo;
cuando me rascan, 
a la gente entretengo.

Cien amigos tengo,
todos en una tabla,
si yo no los toco,
ellos no me hablan

Sobre una piel bien tensada,
dos bailarines saltaban.

 

Zumba que te zumba,
se oye mi son,
en las noches navideñas,
hasta que aparece el sol.

Con tan sólo cuatro cuerdas,
que un arco pone en acción, 
esta caja melodiosa 
te alegrará el corazón.

En la ventana soy dama,
en el balcón soy señora,
en la mesa cortesana
y en el campo labradora.

Ni lo puedes ver
ni vives sin él.

 

Carece de boca y come,
no tiene piernas y huye;
allí donde aparece
todo lo quema y destruye.