Agresiones de ovnis

¿Son los ovnis una amenaza para la humanidad? Esta duda se planteó a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial. En plena guerra fría la sensación de indefensión delante de un enemigo invisible o foráneo quedó patente en las películas de Hollywood sobre invasiones alienígenas. Pero antes de que esta sensación se consumara por todo el planeta, en un remoto lugar de Brasil, más concretamente en el pueblo de AraQariguama (Sao Paulo), sucedía algo verdaderamente aterrador que sólo muchos años más tarde se asociaría al fenómeno ovni.

En la semana de carnaval de 1946 un humilde campesino había ido a pescar en un riachuelo cercano a su choza. Volvió al pueblo preso de pánico, con medio cuerpo quemado. Balbuceante, el hombre, llamado Joao Prestes Filho, contó a sus amigos y parientes que, al volver a su casa, abrió la ventana de su habitación para airearla. De pronto percibió algo como una "antorcha de fuego" o un fuerte destello en el interior de su habitación. Joao se desplomó y sintió que un intenso ardor invadía su cuerpo Aterrado y dolorido, se enrolló en una manta y fue caminando, penosa mente, más de dos kilómetros hasta la villa. Sus vecinos percibieron que el campesino estaba quemado de la cintura hacia arriba, a excepción de los cabellos.

En 1996 entrevisté a uno de los últimos testigos vivos de la lenta y trágica agonía de Joao Prestes Filho: el anciano de 92 años Vergílio Francisco Alves. Amigo del herido, estuvo a su lado en aquellos fatídicos momentos y describió que su piel blanca estaba "tostada", medio rojiza, como si se hubiera asado.

En un remoto lugar de Brasil, más concretamente en el pueblo de Araçariguama (Sao Paulo), sucedía algo verdaderamente aterrador.

fotos tomadas por el 4º Comando Regional de la Fuerza Aérea brasileña.

Las manos y el rostro eran las partes más afectadas. Su cabello y bigote no se quemaron; tampoco sus pies ni las ropas. Vergílio me decía que aquello había sido "cosa del boitatá", una especie de criatura mítica, una serpiente de fuego capaz de perseguir y matar a los seres humanos. Las palabras del anciano fueron:

Cierto día, al atardecer, cuando Joao conducía los burros por un cerro, vio una bola de fuego que cayó del cielo. Estaba cerca de una capilla y sintió la bola pasando a su lado: casi lo golpeó. Joao me contaba que allí, a veces, aparecían diez o doce bolas de este tipo. Algunas eran rojizas, otras del color de la Luna. Ocasionalmente cinco o seis se precipitaban al suelo y explotaban. La gente llamaba a esas luces de boitatá...

La lenta agonía del campesino duró entre seis y nueve horas. Cuando su cuerpo entró en el hospital del pueblo cercano a Santana de Parnaíba, el médico Luiz Caligiuri describió la causa de la muerte como "colapso car­diaco, quemaduras generalizadas de 1º y 2º grados". Joao falleció con 44 años.

El ufólogo brasileño Fernando Grossmann estimó que las quemaduras de Prestes se asemejaban a "los efectos indirectos de una explosión nuclear. Tal y como ocurrió con algunas víctimas de Hiroshima y Nagasaki, la radiación afectó a las células vivas pero no a las muertas, como los tejidos de las ropas y los cabellos". Otros estimaron que se trataba de emisiones de microondas. Pero, ¿quién en 1946 tendría una fuente de emisión de partículas atómicas o de microondas de potencia controlada y encauzada sobre un ser humano en Araçariguama?

Un año después de la muerte de Joao, su hermano, Emiliano Prestes, observó cerca del cementerio del pueblo dos bolas de fuego que subían, se golpeaban entre sí, volvían a subir y repetían la misma acción. De repente las luces empezaron a rodearle y sintió un calor intenso. Se arrodilló y rezó hasta que las luces se alejaron...

Ovnis: agresiones mortales y secuelas

Aparte de las presuntas víctimas mortales de los ovnis, se suman aquellas aquejadas por una serie de dolencias que surgieron tras haber tenido algún tipo de contacto más o menos cercano con un objeto volador no identificado o sus ocupantes: dolores de cabeza, jaquecas, náuseas, vómitos, alteraciones psicológicas, enfermedades de piel. Algunas víctimas los arrastran de por vida y, tal vez, acorten drásticamente el tiempo de su existencia.

Los casos mejor documentados de agresiones con víctimas mortales y heridos por objetos de origen desconocido ocurrieron entre 1977 y 1978 en el Estado brasileño de Pará, en plena selva amazónica. Allí los ovnis sobrevolaban las chozas de los campesinos y pescadores. De pronto disparaban un haz de luz contra sus indefensas víctimas.

Las consecuencias se mostraban bajo forma de quemaduras cuyo diámetro variaba entre 2,5 y 12 centímetros. Generalmente se situaban sobre el tórax y más raramente en el cuello, con señales de alopecia (caida de vello con destrucción del folículo). Extrañamente, la piel del área afectada se descamaba con rapidez, al contrario de lo que sucede con las quemaduras normales, que suelen despellejarse tras unos cinco días. Pasadas al­gunas semanas no había huella de las quemaduras...

Sello de autenticidad del material de la Fuerza Aérea Brasileño

La médica Wellai de Cecín Carvalho ex secretaria de Sanidad Pública a de Belém, capital de Párame contó cómo atendió a varias víctimas y llegó a ver los ovnis, algunos con forma de cilindro. Tildó a sus ocupantes como "ladrones de energía".

Los análisis de sangre que realizó en docenas de campesinos atacados mostraban, muy claramente, que la tasa de glóbulos rojos era más baja de lo normal. ¿Qué pensar de esto? ¿Quizá el efecto de alguna radiación sobre el cuerpo humano, sobre su metabolismo?

En plena dictadura militar brasileña, las autoridades se alarmaron con aquellos inusuales ataques y crearon un grupo investigador de los fenómenos. El cuartel general del Primer Comando Aéreo Regional de la Aeronáutica (1° Comar), con sede en Belém, puso en alerta su segunda sección como lo demuestran varios documentos, además de los relatos de militares y civiles para la investigación de campo y elaboración de un informe completo sobre el fenómeno. El resultado fue un dossier secreto de casi 500 paginas, incluidas centenares de fotografía de ovni y de testigo, dibujos, mapas y relatos, además de varias películas en 8mm

La alarma en la zona quedo reflejada en la prensa

Aparte de las presuntas víctimas mortales de los ovnis, se suman aquellas aquejadas por una serie de dolencias tras haber tenido algún tipo de contacto.

Las fotografías, la mayoría en blanco y negro, muestran objetos perfectamente discoidales, unos esféricos y otros de forma indefinida. Algunos presentan un objeto menor, luminoso, desprendiéndose de su superficie o de su interior. ¿Qué pasó en los años setenta en la densa selva amazónica? ¿Por qué sucedía aquello? ¿Quiénes eran los agresores?

Hace dos años un grupo de ufólogos capitaneados por Ademar Gevaerd, director de la revista UFO, logró presionar a la aeronáutica y desclasificar algunos documentos de la Operación Plato .

El caso de las máscaras de plomo

En agosto de 1966 dos cuerpos aparecieron entre los matorrales del morro (cerro) do Vintém, en la periferia de la ciudad de Niteroi, también en Brasil. El espectáculo era dantesco: dos cadáveres tendidos de espaldas sobre una suerte de cama hecha con hojas de una palmera. Se encontraban en adelantado estado de descomposición. Uno presentaba una extraña y tosca máscara de plomo sobre el rostro más bien un antifaz y otra estaba caída en el suelo. Las dos víctimas vestían, sobre los trajes limpios, chubasqueros de plástico.

La policía encontró junto a los cuerpos sus respectivos carnés de identidad. Uno era de Miguel José Viana, de 34 años, y el otro de Manuel Pereira da Cruz, de 32 años, ambos técnicos en electrónica, casados y residentes en la ciudad de Campos dos Goytacases, a 279 kilómetros al norte de Río de Janeiro.

Manuel Pereira da Cruz

La máscara cubría la cara de Miguel mientras que su amigo portaba una bolsa de plástico atada en el interior de los pantalones con 157.600 cruzeiros antiguos (70 dólares). Los dos estaban bien vestidos y guardaban los billetes de autobús que indicaban que habían llegado a Niterói cuatro días antes, el 17 de agosto.

Lo primero que los policías y bomberos observaron al rescatar los cuerpos es que no presentaban ni señales externas de sangre ni de violencia. Pero el misterio se agrandó cuando se encontraron cinco papelitos con misteriosos apuntes o mensajes garabateados junto a una botella de agua.

Cadaver de uno de los infortunados

Uno de los mensajes decía lo siguiente: "16.30, estar en el lugar determinado. 18.30, ingerir cápsula. Después del efecto, esperar señal Máscara".

Otro papel presentaba una fórmula. Posteriormente, un profesor de electrónica percibió que se trataba de la ley de Ohm, que representa la energía en una resistencia. Posteriormente un informe grafotécnico reveló que los escritos eran de puño y letra de Miguel José Viana.

Miguel José Viana.

Pero aún había más vestigios inusuales junto a los cadáveres. Un pañuelo con las iniciales AMS, una hoja de papel azul y blanco medio aplastado y cuadraditos de papel celofán impregnados de una sustancia desconocida. Los relojes metálicos de pulsera se hallaban guardados en los bolsillos.

La policía descubrió que los dos arreglaban radios y otros aparatos eléctricos en un pequeño taller. Habían sido autores de un estudio de recepción de señales televisivas en la ciudad de Campos en 1965 que conllevó la instalación de antenas de retransmisión.

¿Qué motivos condujeron a la muerte a los dos amigos técnicos en electrónica? De los 2,3 millones de cruzeiros que supuestamente llevaban, sólo quedaban 157.000. Si hubo robo, ¿por qué no había señales de lucha? Se pensó que los dos eran espías o contrabandistas, pero nada indicaba que ejercieran este tipo de actividades. Y, ¿por qué dejaron tantas pistas enigmáticas?

El espectáculo era dantesco: dos cadáveres tendidos de espaldas sobre una suerte de cama hecha con hojas de una palmera.

La policía pronto descubrió que los dos amigos realizaban extraños experimentos mediúmnicos en sus casas y en la playa de Atafona, en las localidades de Campos y de Macaé. Intentaban contactos mentales con otros mundos o con fuerzas sobrenaturales. El padre de uno de ellos enseñó a la prensa un agujero en el patio de la casa provocado por una explosión. No se aclaró el motivo. La policía recogió vestigios de estas bombas domésticas, como tubos galvanizados, cables y pólvora.

La prensa bautizo el caso como "El misterio de las mascaras de plomo"

Uno de los médicos forenses declaró que los hombres habían muerto por causas naturales, posiblemente un ataque cardiaco. El examen de las vísceras no mostró señales de veneno. Sobre las mencionadas cápsulas que debieron ingerir según los mensajes escritos no se encontró rastro de su existencia. Una segunda autopsia reveló que los cuerpos no tenían señales de haberse pinchado con agujas de jeringuillas hipodérmicas, descartando la hipótesis de drogadicción.

En la misma noche en que los dos hombres desaparecieron  17 de agosto de 1966. Gracinda Barbosa Coutinho de Souza  cuyo marido era miembro de la Bolsa de valores reveló al comisario Venancio Bitten court que, en la noche de aquel miércoles, había visto algo raro sobre el morro do Vintém mientras viajaba en coche con sus tres hijos. Se trataba de un objeto de forma oval, rodeado por un aura de fuego que despedía rayos azules hacia varias direcciones. Subía y bajaba emitiendo un rayo azul exactamente sobre la cima del cerro. Eso ocurrió entre las 19.20 y 19.30. Su hija hizo un dibujo del objeto que también vieron sus hermanos. Más tarde otras personas confirmaron el avistamiento, pero no quisieron ofrecer su testimonio por temor al ridículo.

¿Qué ocurrió realmente con Miguel José Viana y Manuel Pereira da Cruz aquella infausta noche? ¿Habrá sido una muerte accidental delante de un ovni por no haber seguido las instrucciones de manera adecuada? ¿Fue un crimen ritual como algunos plantearon en su día?

Muerte en Guatemala

El ufólogo guatemalteco Jaime Castellanos me envió, en 1996, una noticia estremecedora de su país: el hallazgo de un zapatero muerto, con el rostro desfigurado y mirada perdida en el infinito con dos orificios del diámetro de una bala de calibre 22 en el cuello. Se llamaba Manuel José Francisco y vivía en San Antonio Suchitepéquez. Su cuerpo fue hallado en la calle principal de la villa.

Los indígenas de la aldea vecina, Zapoj, del municipio de San Francisco Zapotitlán, aseguraron que la noche anterior vieron un extraño ser con "cuerpo de caballo, gelatinoso, de color negro y con cabeza de murciélago" que voló por los aires hasta desaparecer. El juez Marco Tulio Loarca quedó sumamente sorprendido con las declaraciones del portavoz de los bomberos. Las causas de la muerte no estaban claras, ya que había sido "un trabajo sumamente fino". No había marcas de sangre en la ropa ni se encontraron otros restos en el lugar de los hechos, como debería haber ocurrido en caso de que el ataque hubiese sido efectuado por una alimaña.

La epidermis del rostro fue retirada dejando al descubierto los músculos de la cara; la oreja izquierda estaba parcialmente mutilada y el cadáver no tenía una sola gota de sangre. Lo más espeluznante fue constatar que en la parte derecha de su cuello había dos profundas incisiones por donde se supone que le había sido succionada la sangre.

En este caso la descripción de la criatura voladora parece coincidir con la de algunos "chupacabras" vistos en Centroamérica, México y Caribe. Pero, ¿es el chupacabras una entidad extraterrestre o vinculada a seres superiores que vienen de otros planetas? ¿Se trata de una especie desconocida de animal?