Jerusalén. Su nombre suena a gloria y santidad, pero sus calles han sido mil veces bañadas en sangre. Ciudad santa para las tres grandes religiones monoteístas occidentales, es y ha sido siempre objeto de la codicía de varias culturas, que se la han disputado pensando que en ella se encuentra la puerta del paraíso.

Cuando amanece en Jerusalén, el ocre del sol que rompe la madrugada se mezcla con el canto del muecín, con el rezo del rabino y con el rosario que da inicio a la jornada cristiana. El alba es mágica a la vez que tensa, pues miles de bocas rezan buscando a un Dios que se pronuncia en infinidad de lenguas. Pero esta historia, por ilógica que parezca, tiene sentido. Cuentan los textos sagrados judíos que Yavé le ordenó a Abraham realizar el mayor de los sacrificios que puede hacer un padre: matar a su propio hijo. Este hombre, profeta de un pueblo errante, superó sus dudas y fue incapaz de oponerse a la voluntad de Dios.

Cogió un cuchillo y, en lo alto de una roca situada en el pequeño monte Mona, levantó su mano con la intención de acabar con la vida de su vástago más amado. En ese momento el cielo se abrió y una voz profunda le dijo que se detuviese. Abraham se quedó quieto y la voz le dijo que con ese acto había probado su fe: un Dios bondadoso jamás le pediría a un cabeza de familia que perpetrase tal acto. El monte se convirtió en lugar sagrado para los judíos y, siglos más tarde, se construyó allí el santuario más importante que hayan conocido jamás los hijos de David y Moisés, el templo de Salomón, donde se guardaron el Arca de la Alianza custodia de las tablas de la Ley, la Menorá un candelabro que guardaba la luz de Dios y la mesa de Salomón. El templo fue construido y destruido en dos ocasiones. Lo único que queda de él es el Muro de las Lamentaciones, símbolo de una religión que tiene adeptos en todo el mundo.

La via Dolorosa es la calle de Jerusalen por la que jesus fue llevado al monte calvario

Éste fue el primer suceso que convirtió a Jerusalén en ciudad santa. Tiempo después un hombre llamado Jesús de Nazaret y proclamado Mesías por toda una multitud murió en el monte Gólgota crucificado por los romanos y los poderosos, que vieron en la palabra de aquel profeta un mensaje peligroso. No era precisamente la mejor época para proclamar a los cuatro vientos el amor y la fraternidad.

Los siglos pasaron y la ciudad se hizo más sagrada aún, si cabe, para otra religión que hoy supera los mil millones de seguidores sobre la faz de la tierra: el islam. Otro profeta salió del desierto arábigo para proclamar que los mensajes de sus predecesores eran válidos, pero que Dios e había encomendado la tarea de conseguir que todos los hombres se unieran en torno a un nuevo credo. Mahoma fundó el islam y, aunque jamás pisó Jerusalén, tal como reza el Corán, fue llevado hasta allí por un coro de caballos celestiales que le hicieron subir al cielo desde la misma roca en la que Abraham estuvo a punto de matar a su hijo. Jerusalén pasó a ser el lugar más disputado del mundo entre los que no son capaces de compartir espacio y fe.

EL HOMBRE QUE CAMINO SOBRE LAS AGUAS

Centrándonos en la vida de Jesucristo, es muy difícil comprender desde la lejanía lo que sucedió hace ya dos milenios, entre otras razones porque tan sólo hay dos textos contemporáneos a la vida del Nazareno. Los escritos, relativamente escuetos, son latinos y hablan de Él como de un revolucionario político más que un enviado divino. Si hacemos caso a los Evangelios oficiales, los que forman parte de la Biblia, y no a los apócrifos, que dan unas versiones muy distintas de lo que dice que sucedió la Iglesia, Jesús era realmente el hijo de Dios.

Portada del Santo Sepulcro, donde supuestamente se enterraron los restos del Nazareno

Mucho antes de que Jesús naciera en Belén, profetas como Isaías o Zacarías ya habían vaticinado en sus textos con todo lujo de detalles cómo sería la venida del Mesías. Se profetizó dónde nacería, cómo entraría en Jerusalén a lomos de una mula, cómo sería traicionado uno de sus amigos se lo entregaría a sus verdugos por un puñado de monedas y, lo más difícil de todo, cómo a la hora de su muerte no se le mutilaría ni se le partiría un solo hueso. Algo casi imposible si se analizan los métodos de tortura y ejecución de la época. Por supuesto, el hecho de que todos estos elementos se cumplieran en la vida de una sola persona era algo prácticamente imposible y, sin embargo, sucedió. Todos estos elementos, más el carisma indiscutible del hombre que acabaría cambiando la historia, lo convirtieron en principio en el enviado para muchos judíos y, siglos más tarde, para un alto porcentaje de personas en el mundo.

Mucho antes de que Jesús naciera en Belén profetas como salas o Zacarías ya habían vaticinado en sus textos con todo lujo de detalles cómo sería la venida de Mesías

Es necesario hacer hincapié también en que la palabra ‘Mesías’ tomó en la época de Jesucristo connotaciones muy poderosas, ya que se suponía que era alguien capaz de librar a su pueblo del yugo romano. Elemento, además de otros, por el que los sacerdotes renegaron de la santidad de Jesucristo. Y es que no se debe olvidar el hecho de que el nacido en Belén era judío, parte de un pueblo que buena parte de su historia había sido esclavo y atacado por infinidad de enemigos que continuamente lo hostigaban.

Para que Jesús fuese tomado como un enviado fueron fundamentales diferentes movimientos sectarios, como el de los esenios, y, sobre todo, el apoyo de otro profeta que le identificó como el Cordero de Dios. Éste fue Juan el Bautista, un asceta hebreo que predicaba en el río Jordán la llegada de un tiempo nuevo marcado por la venida de un salvador, en este caso mucho más espiritual que militar. Aparte de estos aspectos, el incuestionable don de la palabra del personaje que nos ocupa y los milagros que realizó resultaron claves para que fuese tomado como el enviado de Dios. Hechos imposibles que no sólo sucedieron en aquella época, sino que se han perpetuado hasta nuestros días, cuando la ciencia y la medicina pueden juzgar con mayor precisión cuestiones de este tipo.
La losa en la que ungieron el cuerpo inerte de Jesucristo en uno de los puntos clave de la peregrinacion a Jerusalen

Se profetizó dónde nacería, cómo entraría en Jerusalén a lomos de una mula, cómo sería traicionado uno de sus amigos se lo entregaría a sus verdugos por un puñado de monedas y, o mas difícil de todo, cómo a la hora de su muerte no se le mutilaría mi se le partiría un solo hueso

La vida de Jesucristo es uno de los mayores misterios que han existido a lo largo de la historia. Y si su vida está llena de incógnitas, qué decir de su muerte.

LA PASION

Era la Pascua judía y Caifás, el sumo sacerdote del Sanedrín (corte suprema de la ley judía), no soportaba más la presencia de aquel hombre que desafiaba su poder. Uno de los discípulos predilectos del Nazareno, Pedro, había renegado de Él tres veces. El frío cadáver de Judas pendía de un árbol marcado por la soledad que sólo acompaña a los traidores. Todo hacía presagiar que la más terrible de las tragedias estaba a punto de suceder.

El Muro de las Lamentaciones es la única parte que permanece en pie del antiguo templo de Salomón

Ante el interrogatorio de Caifás, Jesús afirmó ser el Hijo de Dios, delito suficiente como para ser conducido delante de Poncio Pilatos. Al ser Pascua, el gobernador romano intentó que la multitud le salvara entre otros asesinos y ladrones conocidos, pero el liberado fue Barrabás. Entonces el militar se lavó las manos, ya que no hallaba maldad en aquel individuo, pero no podía negarse a condenarlo para no tensar más su relación con el Sanedrín y con el rey Herodes. Jesús fue entonces golpeado, torturado y humillado como el peor de los criminales. Colocada en su cabeza una corona de espinas, se le obligó a que llevara un pesado madero durante más de medio kilómetro hasta el monte Calvario. Una vez allí, se le crucificó.

La gran mayoría de los historiadores afirma que una crucifixión duraba entre 12 y 24 horas; se sabe de algunos reos que aguantaron esta pena y sobrevivieron de forma increíble. De ahí que a casi todos los penados se les partieran las piernas para que su agonía se acortara y se asegurara su muerte. Jesucristo, sin embargo, estuvo entre seis y ocho horas en la Cruz. Se le dio una esponja con un líquido que, en vez de vinagre, pudo ser láudano (un anestésico cuyo olor es parecido al del vinagre) y no se le partieron las piernas, aunque fue alanceado en el costado. José de Arimatea acondicionó una tumba y pasaron tres días hasta que desapareció el cadáver. Sin embargo, a muchos se les apareció con las llagas de su tortura. Éste es sin duda el mayor misterio que nos dejó el Nazareno, el de si murió o no en la Cruz. Sobre ello se han escrito infinidad de libros. Posiblemente jamás lo sepamos, aunque el hecho de que incluso uno de sus discípulos atravesara con los dedos sus heridas da mucho que pensar. De todas formas, es incuestionable que Jesucristo dejó un mensaje de paz y un legado que sigue vigente.

LAS TUMBAS DE CRISTO

En 1916 se publicó el primer libro que proponía abiertamente que Jesús no había muerto en la Cruz, sino que fue curado de sus heridas por José de Arimatea. Esta hipótesis está avalada por diversas tradiciones que hablan de posibles tumbas del Nazareno, en el caso de que hubiera sobrevivido a los tormentos. Hay en total hasta siete lugares donde puede estar enterrado Jesucristo según varias investigaciones; ninguna de ellas es definitiva, pero todas plantean dudas razonables sobre la otra vida del Mesías.

El más sorprendente de estos emplazamientos, que ha dado lugar a varios libros entre ellos El Código Da Vinci, de Dan Brown, es el monte Cardou, en Francia, muy cerca de la mágica villa de Rennes-le-Cháteau. Allí, en una pequeña iglesia, el abad Sauniére encontró unos documentos cuyo contenido jamás trascendió pero que, sin embargo, le convirtieron en un hombre muy rico y poderoso. Dichos documentos bien podrían narrar los últimos años de la vida de Jesucristo junto a su prole en territorio francés. Su descendencia daría origen a la dinastía merovingia. Sauniére se llevó este secreto a la tumba y su historia es uno de los mayores enigmas que guarda la Iglesia católica.

Otro emplazamiento no menos espectacular es la fortaleza de Masada, en el sur de Israel. El periodista australiano Donovan Joyce defendió en un libro que Jesucristo pertenecía a la secta de los zelotes, un grupo radical judío que aguantó hasta el final el envite de los romanos. Fue en el año 74 d.C. cuando las fuerzas del César consiguieron conquistar la impresionante fortaleza después de tres años de asedio, gracias a la construcción de una descomunal rampa. Sus habitantes prefirieron suicidarse antes que perder su libertad y su religión. Joyce tuvo acceso a un manuscrito encontrado en Masada en el que se hablaba de la tumba del último rey legítimo de Israel, supuestamente el mismo que años antes se había proclamado rey de los judíos.

Fue el magnífico investigador Andreas Faber-Kaiser quien divulgó en nuestro país con su polémico libro Jesús vivió y murió en Cachemira la posibilidad de que el hombre del que más se ha escrito en la historia acabase sus días en esta región oriental. En Srinagar se adora la tumba de un santón llamado Yus Asaf, que quiere decir literalmente “Jesús el captador”. Según la teoría de Faber-Kaiser, el Nazareno huyó tras su crucifixión lejos de los romanos y buscó en Oriente a las tribus perdidas de Israel, ante las que pudo predicar de nuevo su reveladora filosofía.

Huerto de los olivos, el lugar en el que fue apresado Jesucristo.

Su esposa se llamaba Margán, nombre muy parecido al de María. Los restos humanos depositados en la tumba serían de la época en la que vivió Jesús. Y lo más inquietante: sobre la tumba del santón dos agujeros reproducen las marcas que quedaron después de una posible crucifixión. Toda una serie de datos que invitan a plantearse la veracidad de esta hipótesis.

Los Hermanos de Jesús

Es casi imposible defender desde un punto de vista histórico y sociológico el hecho de que Jesús de Nazaret fuera hijo único. Hace 2.000 años cualquier familia mediterránea tenía varios vástagos, necesarios para asegurar la descendencia. Además, en las escrituras hebreas se dice que Jesús tenía hermanos carnales.

La palabra “hermano” no tiene por qué tener un sentido estrictamente espiritual. El catedrático de la Universidad Complutense de Madrid Antonio Piñero, una autoridad en la historia del cristianismo y uno de los mejores traductores de griego antiguo del mundo, afirma que cuando se utiliza este término en los textos de la época significa literalmente lo que en nuestros días. Un misterio más sobre la vida de un hombre que, al parecer, se empeñó en dejar una herencia repleta de desconcertantes secretos.