Muertes enigmáticas, estigmas inesperados, accidentes inexplicables y sufrimientos sin límites para los que profanaron las tumbas de los reyes egipcios. Es la maldición de las momias, una leyenda que lleva circulando desde que los faraones decidieron burlar a la muerte momificando sus cuerpos.

Egipto, 4 de noviembre de 1922

!Doctor Carter! !Doctor Carter!

Un jovenzuelo gritaba el nombre de Howard Carter mientras golpeaba con fuerza la puerta de su habitación. Carter abrió la puerta malhumorado.

Qué demonios ocurre? le preguntó al joven.

El chiquillo le hizo señas para que le siguiera. Howard Carter ya sospechaba que algo importante había sucedido en la excavación. Al llegar descubrió un ajetreo poco habitual. Todo el mundo andaba revuelto. No tardaron mucho en señalarle una especie de escalón que parecía bajar hacia el interior de la Tierra. Ese escalón dio paso a 15 más y, a casi 4 metros de profundidad, al final, a un pasadizo de unos 3 metros de alto por 2 de ancho que conducía hasta una puerta sellada con el membrete de la casa real del faraón Tutankamón.

Howard Carter tuvo que detenerse para tomar aire. “Si todavía tiene el sello intacto es posible que no la hayan saqueado aún”, pensó.

Como muestra de respeto y cortesía, Carter esperó varios días a que llegara su mecenas, lord Carnarvon. Juntos mantuvieron uno de los diálogos más famosos de la historia. Mientras Carter introducía una veía por un pequeño agujero realizado en la entrada, lord Carnarvon le preguntó:

¿Qué ves?

A lo que Howard Carter contestó:

¡Cosas maravillosas!

Las momias egipcias estaban protegidas por elaborados sarcofagos
en las momias queda reflejado el horror de la muerte

PELIGRO DE MUERTE

Con esta sencilla escena comenzó uno de los descubrimientos más apasionantes e importantes de nuestra historia reciente: el de la tumba de Tutankamón, con un tesoro compuesto por más de 4.500 piezas
que actualmente se exhiben en el Museo Nacional de El Cairo. Aquel día también comenzó la leyenda de una de las maldiciones más impresionantes: la de su momia.

Todo podría haber cambiado de haber seguido los avisos del inspector del Servicio de Antigüedades, que aconsejó a lord Carnarvon no abrir la tumba bajo peligro de muerte. A las pocas semanas el noble inglés falleció en El Cairo a los 57 años de edad, víctima de una extraña enfermedad que acabó con él en apenas unos días. Ya empezaba a rumorearse que era víctima de la maldición de la momia, sobre todo cuando esa misma noche su hijo narró que en el preciso instante de la muerte de su padre se apagaron todas las luces de la capital egipcia. Además, el perro de Carnarvon, un fox terrier que se encontraba en el castillo de Higclere, propiedad del aristócrata, comenzó a aullar como un poseso coincidiendo con la hora en que falleció su amo y a los pocos minutos cayó fulminado.

Si la leyenda era cierta, aquello no había hecho más que comenzar. Lo peor llegaría al poco tiempo, porque más de una treintena de personas murieron en extrañas circunstancias pero con un denominador común: todas tenían relación con el descubrimiento de la tumba de Tutankamón.

Encabezó la lista el propio hermano de Carnarvon con una muerte repentina. Le siguió el ayudante de Howard Carter, Richard Bethell, de cuyo fallecimiento tampoco se supo la causa.

Los egipcios tambien momificaron animales, como este mono

El padre de éste se suicidó al conocer la muerte de su hijo y el coche fúnebre que transportaba su cadáver al cementerio atropelló a un niño de corta edad.

ejemplo, el multimillonario George Jay-Gould, que falleció de fiebres pocas horas después de visitar la tumba de Tutankamón, y el radiólogo Archibal Douglas Reed, encargado de examinar con rayos X el féretro.

A las pocas semanas el patrocinador del descubrimiento, Lord Carnevon fallecio en el cairo a los 57 años de edad victima de una extraña enfermedad que acabo con el en apenas unos dias.

Para hacer más creíble la leyenda de la maldición circuló el rumor de que se había encontrado en la tumba del joven faraón una tablilla de arcilla con la siguiente inscripción: “La muerte rozará con sus alas a quien ose despertar el sueño eterno de nuestro faraón. Curiosamente aquella tablilla desapareció. Se dice que fue ocultada en el primer inventario para evitar que cundiera el pánico entre los trabajadores de la excavación.

EL HUNDIMIENTO DEL TITANIC

La maldición de la momia de Tutankamón ha sido la más conocida y difundida, pero no la única. A lo largo de la historia se ha especulado con varias leyendas sobre maldiciones, con más o menos acierto a la hora de documentarlas.

se ha especulado con que la presencia de una momia egipcia en las bodegas del Titanic pudo tener relacion con su tragico final

¿Quién no recuerda el desastre del Titanic? El 14 de abril de 1912 el mayor y más lujoso barco de pasajeros de la época colisionó repentinamente contra un iceberg en su viaje inaugural y se hundió casi tres horas después. A bordo del Titanic viajaban 2.538 personas y ¡una momia egipcia! Se trataba del cuerpo momificado de una pitonisa de los tiempos de Amenofis IV, el faraón que antecedió a Tutankamón. La momia era propiedad de lord Canterville, uno de los desgraciados pasajeros que fallecieron en el accidente. Se dice que la momia llevaba grabada en un brazalete una frase que hacía presagiar lo peor: “Despierta de tu postración y el rayo de tus ojos aniquilará a todos aquellos que quieran adueñarse de ti”.

Para entender mejor las maldiciones habría que situarse en la época gloriosa de los faraones. El pueblo egipcio sí creía en su existencia. De hecho, cuando alguien incumplía las leyes con sus actos y sus faltas superaban lo imaginable, aparte de someterle a un castigo físico que podía llegar hasta la mutilación y encerrarle en prisión, se le aplicaba una condena que podía hacerse extensiva a la futura vida en el más allá. Una forma de maldición muy utilizada consistía en borrar su nombre de todo soporte físico en el que se encontrara. Así se le condenaba al olvido eterno.

“Despierta de tu postración y e rayo de tus ojos aniquiladora a todos aquellos que quieran adueñarse de ti”

Quizá también tuviera su castigo un empresario norteamericano propietario de varias fábricas de papel durante la Revolución Industrial. Para fabricar su producto utilizaba trapos viejos, que con el tiempo comenzaron a escasear. Para sustituir los trapos no se le ocurrió nada mejor que usar vendas de momias egipcias que compraba a muy bajo precio. El problema llegó cuando el papel obtenido empezó a teñirse de color marrón debido a las sustancias con las que estaban impregnadas dichas vendas. El único uso que se le pudo dar al papel fue el de envoltorio para la carne. El empresario se arruinó cuando se declaró una epidemia de cólera entre un gran número de clientes que habían utilizado su papel de momia.

ODIADOS POR RA.

Hasta nuestros días han llegado muchos ejemplos de aquellas sentencias que se grababan en piedra, papel o metal advirtiendo del peligro que corría quien violase los enterramientos. “El que profane mi cadáver en la necrópolis y rompa mi estatua en mi tumba será un hombre odiado por Ra; no podrá recibir agua en el altar de Osiris, morirá de sed en el otro mundo y no podrá transmitir sus bienes a sus hijos’. Esta inscripción pertenece a la tumba de Ursu, un alto dignatario del reinado de Amenhotep III. Por su parte Peteti, un artesano que colaboró en la construcción de las pirámides, adornó su tumba con esta elocuente advertencia: “Nunca hice nada malo en mi vida, por eso los dioses me aman. Si alguien toca mi tumba se lo comeran un cocodrilo, un hipopotamo, un leon, un escorpion y una serpiente.

Las maldiciones de las momias no son cosa del pasado. Hace apenas 15 años, en el Tirol austriaco, se encontró el cuerpo momificado de un cazador prehistórico que falleció hace unos 5.300 años. La momia, bautizada con el nombre de Oetzi, fue encontrada por una pareja de senderistas alemanes en septiembre de 1991. El encargado de su estudio fue Konrad Spindler, un investigador que pertenecía al Instituto de Prehistoria e Historia Antigua de Innsbruck y que murió en 2005 tras una larga enfermedad. No es la única muerte que se ha adjudicado a la maldición de Oetzi. La lista comenzó con el médico forense que tuvo que examinar la momia poco después de su descubrimiento; se trataba de Rainer Henn y falleció en un accidente de tráfico un año después del hallazgo, precisamente cuando se dirigía a dar una conferencia sobre la momia. Le siguió un guía alpino que se encargó de llevar hasta el lugar del hallazgo al renombrado alpinista Reinhold Messner: murió sepultado por una avalancha de nieve. También se relacionó con Oetzi la muerte por cáncer de un periodista que dirigió un filme sobre el descubrimiento.

Los procesos naturales de momificacion se dan tambien en los animales

Las dos últimas muertes fueron muy sonadas. La primera fue la del propio descubridor de la momia, el turista alemán Helmut Simon, que no regresó de una excursión por la zona alpina de Salzburgo en octubre de 2004. El cadáver se encontró en 2006 tras varios días de búsqueda en la nieve. Un miembro del equipo de rescate que buscaba a Simon falleció de un infarto cardiaco pocas horas después de los funerales de éste.

El que profane mi cadaver en la necropolis y rompa mi estatua en mi tumba sera un hombre odiado por Ra; no podra recibir agua en el altar de Osiris, morira de sed en el otro mundo y no podra transmitir sus bienes a sus hijos.

Son sólo algunos ejemplos de posibles maldiciones de momias. Los científicos han encontrado justificaciones para muchas de las muertes relacionadas. En el caso de Tutankamón se habló de bacilos del tipo Aspergullus flabus o Aspergullus niger Estos bacilos originan problemas respiratorios que suelen desembocar en muchos casos en una muerte segura, y pueden explicar muchos fallecimientos. Pero ¿y las demás? ¿Casualidades? Cada cual que saque sus propias conclusiones.