MISTERIOS OCULTOS (I)
Información bursátil metapsíquica |
Beberly Jaegers no es una adivina típica. No realiza sesiones. Y probablemente frunciría el ceño si se le diesen unas cartas del Tarot. Pero vive en una magnífica casa de St. Louis, comprada con el dinero que ha ganado empleando su sexto sentido. En realidad, Jaegers considera su don con todo el rigor de un ejecutivo de Wall Street. No es una capacidad fugaz y poco de fiar, dice, sino algo que podemos usar productivamente todos los días de nuestras vidas.
Para demostrar su tesis, Jaegers ayudó al St. Louis Business Journal a realizar un experimento desacostumbrado en 1982. El periódico quería saber hasta qué punto eran auténticas las facultades de Jaegers, por lo que la enfrentaron con el mercado de valores. El experimento empezó cuando el Journal pidió a diecinueve distinguidos corredores de Bolsa que eligiesen cada uno de ellos cinco valores que según ellos irían al alza. Aquellas acciones fueron subsiguientemente controladas durante seis meses. Aunque Jaegers no tenía experiencia ni instrucción en el campo de los negocios, se le pidió que escogiese cinco valores fundándose puramente en su sexto sentido. ¿Resultado? La Bolsa inició un descenso durante el período de la prueba y, cuando terminó el plazo del experimento, el índice industrial medio Dow-Jones había descendido en ochenta puntos. Debido a ésta desgraciada baja, dieciséis de los corredores de Bolsa perdieron hasta la camisa. E indudablemente se sorprendieron mucho al enterarse de que, durante el mismo período, los valores intuitivamente elegidos por Jaegers habían aumentado en un 17'2 por ciento. Solamente uno de los corredores de Bolsa igualó su misterioso éxito |
Inmunidad al fuego |
A pesar de su cualidad mística, el fenómeno de andar por encima del fuego, la habilidad para cruzar por encima de un lecho de brasas de carbón con los pies descalzos, puede reducirse a un caso simple de una mente entrenada para dominar la sensación de dolor durante un período de tiempo limitado. Pero las sorprendentes habilidades de un herrero de Denton, Maryland, en el siglo XIX, evidencian una auténtica inmunidad a un intenso calor.
Nathan Coker nació en 1814 y fue un esclavo que pertenecía a un abogado de Hillsborough, Maryland, llamado Purnell. Los malos tratos que infligía el amo al chico incluían hacerle pasar mucha hambre, y fue el estar siempre famélico lo que le incitó al descubrimiento de su habilidad fuera de lo corriente. Una tarde cuando el cocinero salió de la cocina, Nathan metió la mano en una tina con agua hirviendo, sacó un trozo de masa y se la metió en la boca. Entonces se percató de que no había percibido el menor dolor, ni en la mano ni en la boca. Pronto averiguó que podía tocar y comer cualquier tipo de comida, sin tomar en consideración lo caliente que pudiera estar. Bebía la grasa que flotaba encima del agua hirviendo e incluso podía tragarse un café ardiendo. En realidad, alegaba que eran los líquidos y alimentos fríos los que le producían la mayor incomodidad. Tras lograr la libertad, Nathan comenzó a trabajar como herrero y fue aquí donde su habilidad única se hizo de lo más práctico. Nathan lo contó así: -Con frecuencia saco de la fragua el hierro con la mano, cuando está al rojo, pero no me quemo. A medida que se extendió el conocimiento de la habilidad de Nathan, fue invitado a hacer una demostración ante los ciudadanos preeminentes de Easton, Maryland, incluyendo a dos directores de periódicos y a dos médicos. La proeza apareció incluso en las páginas del New York Herald, en 1871. Según los testigos presenciales, Coker se aplicaba una pala de hierro, calentada al rojo blanco, sobre las plantas de sus desnudos pies. Después de volver a calentar la pala, pasaba la lengua por encima de ella. También se calentaron bolas de plomo hasta el estado líquido y luego se vertían encima de la mano de Coker y el herrero se llevaba la sustancia a la boca. Mientras le observaba su asombrada audiencia, Nathan hizo rodar el plomo líquido alrededor de sus dientes y lo masticó hasta que se hubo solidificado. Después de cada una de estas proezas, los médicos examinaban a Nathan pero no encontraron el menor indicio de que su carne se hubiera visto afectada. |
Instilando el temor a la muerte |
Los aborígenes australianos han perfeccionado el más pintoresco método de ejecución. El ritual, llamado señalamiento de los huesos, salió a la atención nacional en 1953, cuando Kinjika, un miembro tribal de los Mailli, en Tierra Arnhem, fue hospitalizado en Darwin. Aunque no tenía síntomas de envenenamiento, enfermedad o ataque corporal, el aborigen murió tras cuatro días de intenso sufrimiento.
Kinjika, había huido de su país natal después de ser condenado a muerte por el consejo tribal de los Mailli por haber quebrantado el tabú del incesto. En un elaborado ritual, el verdugo comenzó a preparar el kundela, o hueso asesino, confeccionado por un hueso humano, de un canguro o de un emú. A veces incluso está hecho con madera, el kundela tiene 25 cm de longitud y, por lo general, incluye una cola de cabello humano. Una vez terminado, es cargado con una poderosa energía psíquica. Desde que Kinjika abandonara los confines de la aldea, los verdugos rituales, o kurdaitcha, se prepararon para encontrar y matar al hombre sentenciado. El kurdaitcha tradicional, cubierto de sangre humana y pelo de canguro, viaja en parejas, o a veces son tres, llevando máscaras confeccionadas con plumas de emú y zapatillas para andar silenciosamente. Cuando encuentran a su víctima, se colocan como si fuesen a disparar contra él, pero, en vez de hacerlo, simplemente apuntan con el kundela, musitan un cántico y luego se van. Sólo una cosa puede alterar los efectos del señalamiento con el hueso: el contraencantamiento administrado por el brujo de la tribu. |
Interrumpimos este programa para una premonición |
Los desastres van a veces precedidos de visiones, sueños o pesadillas que predicen el acontecimiento. Casi todas estas premoniciones tienen lugar durante el sueño, pero la increíble visión de Mrs. Lesley Brennan se produjo en el televisor.
Una mañana de domingo, el 1 de junio de 1974, la película que estaba observando fue interrumpida por un boletín especial anunciando que se había producido una explosión en la fábrica Flixborough Nypro, una industria próxima de productos químicos que producía materiales empleados en el nylon, y que habían muerto varias personas. A eso del mediodía, la visitaron dos amigas y ella les preguntó si habían oído algo acerca del accidente. No habían oído nada. Y tampoco lo había oído nadie más, pues la explosión se produjo realmente a las 4:53 de la tarde. Hubo veintiocho muertos y muchos heridos. Cuando oyeron más tarde las noticias sobre la explosión, las tres mujeres pensaron al principio que los locutores daban incorrectamente los detalles, pero el periódico del día siguiente confirmó la verdadera hora de la explosión. Brennan no pudo dar ninguna explicación del hecho. Tal vez se había dormido y había soñado el programa televisado. Fuera como fuese, había relatado la historia del suceso a dos amigas casi cinco horas antes de que ocurriese. |
Investigaciones psíquicas en el mar |
En 1977, la Sociedad Mobius, un grupo de investigación parapsicológica con base en Los Ángeles, emprendió la prueba de la habilidad de los psíquicos para predecir las localizaciones de los buques hundidos. El director, Stephan Schwartz, mandó una serie de cartas de navegación del océano Pacífico a cinco voluntarios, todos los cuales alegaban tener alguna habilidad psíquica, aunque sin práctica profesional. Se les pidió que localizasen y describiesen el lugar en que se encontrasen restos de barcos sin más ayuda que su visión remota, empleando una imagen mental para percibir un barco real.
En lo que fue ya una gran coincidencia, cuatro de los cinco participantes seleccionaron un mismo lugar: diez millas cuadradas cerca de la isla de Santa Catalina. Según los cuatro psíquicos, un barco de madera a vela, con máquina de vapor, había estallado en algún momento entre ochenta y dos y noventa y tres años atrás. También describieron algunos objetos como el timón del buque y un bloque de piedra que se encontrarían en aquel sitio, localizado a unos 84 m por debajo de la superficie. Aquel mes de junio, Schwartz y dos de los psíquicos salieron para determinar la exactitud de la predicción. A bordo del barco iba también Al Witcombe, que pilotaría el Taurus I, un submarino de 12 m. Después de tres horas de infructuosa búsqueda, Witcombe dejó caer un mecanismo de dirección de ondas de radio en la zona del objetivo. El brazo manipulador del Taurus I excavó en la arena del lecho del océano y extrajo la primera de las muchas reliquias del barco hundido, localizado por el mecanismo emisor de ondas. Tres días de inmersiones se mostraron increíblemente provechosas. Se encontró cada objeto que los psíquicos habían visionado, en aquel experimento de visión a distancia, incluyendo el timón y la losa de piedra. La distribución y tipo del pecio; además, confirmó la alegación de los psíquicos respecto de que el barco hundido era de madera e incluso el hecho de que hubiese explotado. Y el crecimiento marino sobre los restos, indicaba que la nave llevaba ya décadas debajo del agua.
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