MISTERIOS OCULTOS (G)

Geomagnetismo y PES
Basándose en las a menudo fallidas demostraciones de las facultades PES (Percepción Extrasensorial) en situaciones de prueba controladas, los escépticos hace mucho tiempo que alegan que el llamado PES no es nada más que suerte o chiripa. A fin de cuentas, si el fenómeno fuese real no existiría razón para que un sujeto lo hiciera bien un día y muy mal al siguiente. Pero dos equipos separados de investigación han mostrado que los cambios en el campo magnético de la Tierra pueden, en realidad, ser los responsables de la inconsistencia de la capacidad psíquica. Dado que se sabe que el fluctuante geomagnetismo afecta las actividades biológicas, resulta razonable presumir que también influye en el psi.

En una investigación de experimentos con visión remota llevado a cabo durante un período de cinco años, Narcia Adams, presidenta del Instituto de Investigación del Tiempo de Woodside, California, descubrió una clara correlación entre las pruebas con éxito y las fluctuaciones geomagnéticas. En el período de veinticuatro a cuarenta y ocho horas antes de las pruebas con éxito, las mediciones del campo geomagnético eran por lo general bajas; todo lo contrario ocurría antes de las pruebas que acababan en fracaso.

Además, el profesor investigador en psicología y neurociencia, Michael Persinger, de la Universidad Lauretina de Canadá, apoya los descubrimientos de Adams. Persinger eligió comprobar las «apariciones de crisis», aquellas situaciones en las que un individuo es capaz de percibir un suceso perturbador antes de que en realidad ocurra. A través de relatos recopilados hasta una fecha que se remonta a 1868, pudo determinar una conexión significativa entre tales premoniciones y períodos de baja actividad geomagnética.

Golpes anunciadores de muerte
Los indígenas de Samoa creen que, cuando se acerca la muerte, se oyen golpes paranormales en la casa de la víctima. Este extraño fenómeno ha sido llamado golpe o repiqueteo de la muerte, y su existencia es algo más que mero folclore.

Genevieve B. Miller, por ejemplo, oyó repetidas veces estos extraños ruidos, en particular cuando era pequeña. Oyó primero los golpes durante el verano de 1924 en Woronoco, Massachusetts, cuando su hermana Stephanie yacía en la cama, aquejada de una misteriosa enfermedad. Mientras la niña estaba en la cama, unos ruidos que parecían como de chasquidos de dedos resonaban en toda la casa. Se producían en series de a tres, con un ruido largo seguido de dos más cortos. Una vez, Mrs. Miller se irritó tanto con aquellos ruidos que quitó todas las persianas de las ventanas atribuyéndoles el jaleo. Pero esta pequeña operación no sirvió para acallar los ruidos.

Pero, el 4 de octubre, se vio claramente que Stephanie se estaba muriendo. Cuando llegó el médico, oyó también los ruidos.

«¿Qué diablos es esto?», preguntó, volviéndose para descubrir el origen del sonido. Cuando se volvió de nuevo hacia su pequeña paciente, ésta murmuró sus últimas palabras y murió.

Los golpes decrecieron después de la muerte, pero nunca cesaron del todo. Continuaron sonando de vez en cuando al trasladarse la familia a otra casa. Entonces, en 1928, el hermano de Stephanie sufrió un accidente al cruzar un río helado y romperse el hielo, y se ahogó.

Desde aquel día no volvieron a oírse los golpes anunciadores de la muerte. 

Grandes bolas de fuego
Con excepción de las nubes tormentosas, a unos 100 km de distancia, el cielo aparecía despejado mientras el avión ruso de pasajeros despegaba de la ciudad de Sochi, en 1984, y todos los signos señalaban hacia un vuelo de rutina. Sin embargo, poco después de abandonar el aeropuerto local, los pilotos vieron una bola de fuego reluciente, con un diámetro de unos 100 cm, fuera de la ventanilla de la cabina del piloto. Con un ruido ensordecedor, la bola de fuego de repente atravesó la pared metálica del fuselaje y reapareció en la sección principal del aparato. Los conmocionados pasajeros observaron cómo se abatía sobre sus cabezas y se precipitaba hacia la parte trasera donde se dividió en dos mitades en forma de media luna. Al cabo de otro momento, volvió a fundirse y salió por la parte posterior, desvaneciéndose sin dejar rastro.
Los pilotos hicieron dar la vuelta al avión y se encaminaron directamente de regreso a Sochi, donde los investigadores descubrieron que el equipo de radar del avión había quedado gravemente dañado. Además, había un agujero, tanto en el fuselaje como en la cola.

Según decidieron los científicos soviéticos, la bola de fuego era un fenómeno raro y poco comprendido, al que se llama rayo en bola, que años antes también había experimentado un avión militar estadounidense. De una forma similar a la experiencia soviética, el bólido entró por la cabina del piloto, pasó entre los dos asombrados pilotos norteamericanos, derivó a través de todo el avión y luego salió por la parte posterior.

Guardián de lobos psíquicos
Cuando Jack Lynch emprendió el proyecto de reintroducción de la vida salvaje para salvar de la extinción al lobo de los bisontes americanos, no esperaba que sus pupilos exhibiesen una desconocida habilidad psíquica. Sin embargo, los animales parecieron haber desarrollado unos intensos lazos con su salvador, E. H. McCleery, que había fundado el santuario. Lynch, que se hallaba muy familiarizado con la conducta del lobo se hizo cargo del trabajo como guarda cuando McCleery, que sufría de cáncer de colon, se puso demasiado enfermo para continuar atendiendo a sus queridos lobos.

La noche del 23 de mayo de 1962, Lynch quedó sorprendido al observar que los animales aullaban al unísono.

-Cuando algo les perturba, aúllan durante unos veinte segundos -explicó Lynch-. Pero aquella vez, lo estuvieron haciendo durante diez minutos.

Al día siguiente, Lynch se enteró de que McCleery había muerto en el momento exacto en que los lobos habían empezado a aullar.
-No tengo la menor explicación para esto -dijo Lynch-, especialmente dado que [McCleery] se encontraba en un hospital a más de 60 km de distancia. Sólo sé lo que he visto y he oído.

Guerra atómica prehistórica
Durante los años iniciales de la Primera Guerra Mundial, los oficiales nativos del Ejército británico de la India, a menudo contaban a sus colegas ingleses que muchas de las llamadas armas modernas ya eran conocidas y usadas en la India antigua. Esas alegaciones eran aceptadas por los oficiales británicos con divertida tolerancia, acompañada de la creencia de que semejantes afirmaciones resultaban imposibles y ridículas.

Sin embargo, algunas de esas «historias increíbles» también aparecían en relatos históricos por parte de autores no indios. Alejandro Magno recibió un desacostumbrado revés en una guerra contra Poro, un rajá indio, que según los registros griegos, empleó bombas explosivas lanzadas por unas tropas especiales de artillería. Los griegos (y especialmente sus caballos) quedaron considerablemente afectados por este fenómeno, que ocurrió hace más de 2.200 años, de que los explosivos de combate se inventasen «oficialmente».

Los libros indios antiguos, como el Mahabharata y el Ramayana, ambos con miles de años de antigüedad, incluyen descripciones detalladas de aviones con motores de mercurio, proyectiles que esparcían aire envenenado entre las filas del enemigo y cohetes explosivos que seguían a los blancos humanos en movimiento (como los cohetes sensibles de hoy), aunque tuviesen que seguirlos «a través de los tres mundos». Además, una superbomba se empleó para barrer a los ejércitos enemigos. Se le llamó «rayo de hierro», descrito de manera increíble como de un tamaño aproximado al de Little Boy, que fue el nombre de la primera bomba atómica empleada en el combate moderno. El Rayo de Hierro originaba, cuando estallaba, grandes nubes que se formaban en el cielo, que eran parecidos a gigantescos parasoles abiertos, que pueden compararse con nuestras descripciones de nubes semejantes a setas.

El Mahabharata, que no fue traducido al inglés hasta mediados del siglo XIX, fue considerado por los lectores occidentales como sólo una interesante obra religiosa y literaria. No fue hasta el año 1945, en el terreno de pruebas de White Sands, en Nuevo México, que el Mahabharata fue citado en el contexto de la ciencia por un científico moderno.

Cuando se produjo la primera explosión nuclear, J. Robert Oppenheimer, en el mismo momento en que ascendía la nube en forma de seta, empleó una cita del Mahabharata para describir sus sentimientos:
Si la radiación de un millar de soles tuviera que estallar algún día en el cielo, eso sería como el resplandor del Todopoderoso.
Me he convertido en Muerte, la destructora de mundos.
El Mausala Parva, una sección del Mahabharata, tuvo más que decir acerca de los efectos del Rayo de Hierro, una reminiscencia peculiar del efecto de las bombas nucleares:
...fue un solo proyectil cargado con todo el poder del Universo. Una columna incandescente de humo y llamas, tan brillante como diez mil soles, alzándose en todo su esplendor ...
...era un arma desconocida, un rayo de hierro, un gigantesco mensajero de muerte que redujo a cenizas a toda la raza de los Vrishnis y los Andhakas.
...Los cadáveres quedaron tan abrasados que resultaban irreconocibles.
Se les cayeron el pelo y las uñas...
Los cacharros de barro se rompieron sin causa aparente y los pájaros se volvieron blancos.
Al cabo de unas horas, se infectaron todos los alimentos. Para escapar a este fuego, los soldados se arrojaron a los torrentes para limpiarse a sí mismos y a su equipo.
¿Fueron estos extraños paralelismos de nuestra propia experiencia sólo un ejemplo de «ciencia ficción» antigua, o estos relatos trataban de acontecimientos reales que destruyeron una civilización miles de años antes de que se desarrollase la nuestra?

Guerra psíquica
Los días de un interés casual en los fenómenos metapsíquicos quedaron atrás, y no es difícil comprender la razón de ello. Si la clarividencia, la visión remota de objetos y la telecinesia son facultades humanas repetibles y controlables, ninguna superpotencia puede dejar que la otra adquiera ventaja en la capacidad de desarrollar una guerra psíquica.
Según Charlie Rose, miembro del House Select Committee on Intelligence, la sensibilidad psíquica «sería un sistema de radar mucho más barato. Y si los rusos la tienen y nosotros no, estaremos en dificultades».

Rose expresó también su preocupación por las diferencias en los niveles de subvención de los estudios de parapsicología entre las dos superpotencias competidoras. Los gastos conocidos de los Estados Unidos son de 500.000 a 1 millón de dólares, mientras que se calcula que el presupuesto soviético es al menos diez veces y tal vez cien veces mayor.

Y los estudios soviéticos no se concentran únicamente en la percepción pasiva. Así por ejemplo, un documento de la Defense Intelligence Agency sobre «Investigación parapsicológica soviética y checoslovaca», explicó detalladamente experimentos rusos en los que un hombre especialmente dotado era capaz de interrumpir los latidos del corazón de un animal.

Según el informe de la DIA, el corazón de una rana fue colocado en un vaso de cristal a casi un metro del experimentador. Al concentrarse éste en controlar los latidos, el electrocardiograma mostró que decrecía el ritmo de contracción. «Cinco minutos después de empezar el experimento, los latidos -según el informe- cesaron completamente».

El empleo de la mente para la guerra abre una caja de Pandora de posibilidades. No solamente estaría expuesto un líder individual a un asesinato remoto, sino que las armas termonucleares podrían estar sujetas a una amenaza psíquica, o incluso ser explosionadas. 
Según Ron Robertson, oficial de seguridad del Lawrence Livermore Laboratory, «lo único que se necesita es la capacidad de mover una pulgada un octavo de una onza». Una perspectiva parecida es descrita por el historiador militar Robert A. Beaumont, de la «A & M University» de Texas, en Signal, periódico de la U. S. Armed Forces and Electronics Association. «Un sistema efectivo de percepción extrasensorial -dijo Beaumont- según la naturaleza de los fenómenos, ofrecer al ejecutor la posibilidad de un ataque por sorpresa, desde influir en los objetivos a través de la precognición y la sensación remota, hasta la transmisión de mensajes imposibles de ser detectados y contrarrestados por la posible víctima.»

Guiado por una voz
Romer Troxell, de cuarenta y dos años, residente en Levittown, Pennsylvania, estaba desesperado por el asesinato de su hijo. Él cuerpo de Charlie Troxell había sido encontrado junto a una carretera de Portage, Indiana. Le habían quitado toda la documentación y el robo había sido probablemente el móvil del crimen. Pero el joven asesinado quería vengarse.

Mientras cruzaba Portage, para reclamar el cuerpo, Troxell oyó la voz de Charlie en su mente y mantuvo los ojos abiertos, esperando descubrir a alguien que condujese el coche robado de su hijo. Según explicó, la voz empezó diciéndole dónde tenía que buscar, y Troxell encontró al fin el vehículo.

«Hice un viraje en U y seguí al coche a la distancia de una manzana -dijo Troxell-. Quería lanzarme contra el coche, pero Charlie me advirtió que no lo hiciese.»

Por consiguiente, Troxell se limitó a seguir al vehículo hasta que su conductor lo detuvo y se apeó de él. Entonces inició una conversación con el sospechoso, mientras un pariente que viajaba con Troxell llamaba a la policía. Los agentes detuvieron más tarde al hombre, al que rápidamente consideraron sospechoso del crimen, fundándose en su propia información confidencial.

Después de que el sospechoso fuese detenido y acusado, la voz de Charlie no volvió a sonar en la cabeza de su padre.

«Charlie descansa ahora en paz -declaró Troxell-. Pero la policía seguía ya la pista al asesino. Me di cuenta de esto cuando más tarde me mostraron lo que habían descubierto en su investigación. Pero, cuando oí a mi hijo que me guiaba, actué. Tal vez el Señor quería que fuese de esta manera».