MISTERIOS OCULTOS (C)

Calzado de hace 280 millones de años
El señor William Meister, junto con su esposa y dos hijas, se encontraba en una expedición a la caza de rocas y fósiles, en Antelope Spring, cerca de Delta, Utah. Buscadores aficionados de fósiles, los Meister ya habían desenterrado los restos de varios trilobites, es decir, pequeños invertebrados marinos que se extinguieron hace 280 millones de años, pero que fueron los precursores de los cangrejos y los camarones. De los mismos estratos rocosos, Meister extrajo una tablilla de 5 cm de grosor. Al romperla, quedó sorprendido al encontrar lo que se parecía a una pisada fósil. Y por si aquello no fuese ya bastante fuera de lo corriente, el pie al parecer había llevado unas sandalias y aplastado bajo ellas un trilobites.

Si la prueba fósil de Meister significaba lo que parecía indicar, Meister razonó que los paleontólogos parecían estar equivocados, por lo menos, respecto de dos argumentaciones. O bien los trilobites, conocidos por haber existido durante más de 320 millones de años, no se extinguieron hace 280 millones de años; o, contradiciendo a la teoría, los humanoides ya estaban por ahí hace mucho más de los dos millones de años que los paleontólogos han previsto para su aparición. El calzado planteaba otro nuevo problema a las teorías modernas: los historiadores hablan de que sandalias, zapatos y otros tipos de calzado sólo se han llevado desde hace unos cuantos miles de años.

Meister intentó que su hallazgo fuera examinado por los geólogos de la Universidad local, pero éstos no se mostraron interesados: simplemente, Meister estaba equivocado en las presunciones realizadas respecto de su hallazgo. Por lo tanto, finalmente, se dirigió a la Prensa con su descubrimiento. Y también en este caso la comunidad académica no se mostró interesada. James Madsen, conservador del Museo de Ciencias de la Tierra, en la Universidad de Utah, por ejemplo, refutó tajantemente la alegación de Meister de que poseía pruebas de que los humanoides viviesen en la época de los trilobites:

-No han existido hombres hace 600 millones de años -declaró-. Ni tampoco había monos, osos u osos perezosos que pudiesen dejar huellas seudohumanas. ¿Qué cosa hecha por el hombre ha podido deambular por este planeta antes de que llegasen ni siquiera a evolucionar los vertebrados?

¿Qué pudo ser, en efecto? Algunas personas familiarizadas con este caso especulan respecto de que, tal vez antes de la aparición del Homo Sapiens, algunos bípedos provistos de calzado, y de otros mundos, hubieran podido andar por la Tierra.

Control metapsíquico del tiempo
El lugar fue la ciudad india de Dharamsala, residencia de muchos tibetanos refugiados. La fecha fue el 10 de marzo de 1973, en que los refugiados debían conmemorar la huida del Dalai Lama del Tibet. Pero, con las tormentas que venían azotando las faldas del Himalaya desde hacia semanas, parecía que la ceremonia estaba condenada al fracaso. Como no se preveía ninguna mejoría del tiempo, los residentes pidieron por fin ayuda a Gunsang Rinzing, un viejo lama temido y famoso por su poder de controlar el tiempo atmosférico. El trabajo del lama fue más tarde descrito por David Read Barker, un antropólogo que estaba a la sazón trabajando en la India. Eran las ocho de la tarde, explica el doctor Barker, y Rinzing encendió una fogata bajo la lluvia.

«Se hallaba en un estado de concentración -refirió Barker-, y recitaba mantras y una sadhana, mientras tocaba con frecuencia una trompeta hecha con un fémur humano y redoblaba un tambor de chamán. Después de observarle durante varias horas desde respetuosa distancia, nos retiramos a descansar, seguros de que el tiempo seria tan malo el día siguiente como lo había sido en los anteriores. La mañana siguiente, temprano, la lluvia había quedado en llovizna, y a las diez, se había convertido simplemente en tina niebla fría sobre un circulo de unos ciento cincuenta metros de radio. En todas las otras partes de la zona, siguió lloviendo a cántaros, pero los varios miles de refugiados no se mojaron durante las seis horas que estuvieron reunidos. Mientras estaba hablando el Dalai Lama, descargó una granizada, produciendo un terrible estruendo en los tejados metálicos de las casas próximas al lugar de la ceremonia, pero sólo unas pocas docenas de granizos cayeron sobre la muchedumbre.»

Catorce años antes, en los días de la invasión del Tibet por los chinos comunistas y de la huida del Dalai Lama a la India, unas condiciones atmosféricas inesperadas aseguraron la llegada de éste, sano y salvo, a la India, cruzando el Himalaya. Cuando la aviación china trató de descubrirle con su séquito, una espesa niebla cubrió providencialmente la zona que estaba atravesando, haciendo que los viajeros fuesen completamente invisibles desde el aire. Naturalmente, para los tibetanos, esta súbita visibilidad cero fue simplemente prueba del poder divino del Dalai Lama sobre el tiempo. 

Cuánto tiempo sobrevivieron los dinosaurios
Según la opinión científica dominante, los dinosaurios se extinguieron hace 65 millones de años y nunca más reaparecieron. Pero artefactos relativamente modernos excavados en cinco lugares muy separados presentan imágenes misteriosas de animales que sólo pueden ser descritos como parecidos a los dinosaurios. ¿Son simplemente bromas o recuerdos raciales de criaturas vivas, tal vez enterrados en el subconsciente colectivo de antiguos artesanos? ¿O sobrevivieron los dinosaurios más tiempo de lo que se creía antaño?

El primer indicio de que los dinosaurios pueden haber sido un fenómeno relativamente reciente salió a la luz en 1920, cuando unos rancheros que cavaban en una finca de William M. Chalmers, cerca de Granby, Colorado, descubrieron una estatuilla de granito que pesaba unos treinta y cinco kilos y tenia treinta centímetros de altura. La piedra, encontrada a una profundidad de dos metros, representa una figura humana estilizada, con lo que se presume que es una inscripción china y que data aproximadamente del año 1000 a. de J. C. Más intrigantes son dos animales esculpidos en los lados y la espalda y que parecen ser un brontosaurio y un mamut. Aunque se tomaron claras fotografías del objeto desde varios ángulos, la propia Piedra de Granby se perdió hace tiempo. Incluso el lugar donde fue encontrada ha desaparecido, inundado por las aguas del embalse de Granby.

Una pieza de prueba desacostumbrada apareció en 1925, cuando unos arqueólogos de la Universidad de Arizona, que trabajaban en un horno de cal de las afueras de Tucson, desenterraron un sable corto y pesado, con un brontosaurio grabado en él. Otros artefactos encontrados en el lugar llevaban inscripciones en hebreo y en una forma de latín empleada entre los años 500 y 900 d. de J. C. Aunque muchos de los artefactos de Tucson fueron desenterrados por profesionales, su autenticidad sigue siendo objeto de acaloradas discusiones. Sin embargo, el sentido común indica que lo último que grabaría en un sable un bromista que pretendiese ser tomado en serio seria la imagen de un dinosaurio extinguido.

Otra curiosa colección de artefactos indeterminados se encuentra en la iglesia de María Auxiliadora, de Cuenca, Ecuador, bajo la protección del padre Carlo Crespi. Las piezas, en su mayoría placas, se cuentan por cientos y fueron traídas por los indios jíbaros de cuevas de las junglas remotas. Algunas son de oro; otras son evidentemente imitaciones modernas, hechas con latas de aceite de oliva. Se observa una asombrosa variedad de formas y estilos, incluidas imágenes de dinosaurios y motivos que parecen ser de origen asirio y egipcio. También se han identificado antiguas inscripciones fenicias, libias y celtibéricas.

Aunque los mastodontes no deben incluirse en la era de los dinosaurios, se presume generalmente que se extinguieron antes de que el hombre desarrollase una civilización digna de este nombre. Pero un interesante hallazgo de un esqueleto de mastodonte se realizó en Blue Lick Springs, Kentucky, en una excavación a cuatro metros debajo de su superficie. Y al ahondar más el equipo excavador, buscando más huesos, encontraron un pavimento de piedra a un metro por debajo de donde habían encontrado el mastodonte.

Por último, un museo de Ica, Perú, propiedad del doctor Javier Cabrera, contiene actualmente casi veinte mil piedras de lecho de río intrincadamente grabadas con pictografías representando varias especies de dinosaurios y otros animales desaparecidos hace largo tiempo. De nuevo, el brontosaurio parece ser un tema predilecto. Además, las piedras de Ica se caracterizan por un arte que los bromistas casuales encontrarían muy difícil, si no imposible, de emitar. Abundan los detalles precisos anatómicos. Y el simple número suscita la pregunta de por qué se tomaría alguien tanto trabajo por una pequeña o nula recompensa. Más importante aún, piedras parecidas han sido excavadas de tumbas precolombinas próximas.

Cabras que se desmayan
En 1978 el padre del veterinario Renfrow Hauser llevó a la granja de su hijo, en Mount Airy, Carolina del Norte, una cabra poco común. Al echarle Hauser un vistazo, la cabra se puso tiesa y cayó como muerta. No lo estaba; el animal padecía miotonía, una rara enfermedad que obstruye el paso de los neurotransmisores. Cada vez que se asustaba, la cabra se endurecía como una estatua y caía desmayada.

La cabra que se desmayaba pasó a ser criada junto con otras que no lo hacían y pronto hubo un grupo de 25 cabras que habían heredado la enfermedad del patriarca, la mayor población conocida de cabras miotónicas del mundo.

En virtud de su mal, las cabras no tienen ninguna utilidad práctica excepto como animales domésticos. Por otra parte, la granja de Hauser suele ser visitada por personas que quieren ver desplomarse a las cabras, lo que sucede a menudo en reacción al ruido de aviones que pasan bajo, a un fuerte grito o incluso a una palmada. Hauser las encuentra muchas veces cuando conduce su camioneta y al tocar la bocina para que se aparten del camino, las cabras caen desplomadas en la cuneta. Sin embargo, cuanto más contacto mantienen con los humanos menos tienden a desmayarse.

Caimanes caídos del cielo
Los relatos de seres vivos cayendo de un cielo despejado son tan viejos como la Historia y nunca han sido explicados de manera satisfactoria. Casi todos los informes describen lluvias de animales pequeños -ranas, peces, insectos-, pero a veces caen criaturas más grandes de ninguna parte. Por ejemplo, caimanes. El 26 de diciembre de 1877, nada menos que The New York Times publicó la siguiente: «El Dr. J. L. Smith, de Silverton Township, Carolina del Sur, mientras inauguraba una nueva explotación de trementina, advirtió que algo caía al suelo y empezaba a arrastrarse hacia la tienda donde estaba él sentado. Al examinar aquello, vio que era un caimán. Al cabo de unos momentos, apareció otro. Esto despertó la curiosidad del doctor, que miró a su alrededor por si podía descubrir alguno más, y vio otros seis en el espacio de doscientos metros. Todos los animales estaban vivos y tenían unos treinta centímetros de largo. El lugar donde cayeron está situado en tierras altas y arenosas, a unos diez kilómetros al norte del río Savannah.»

Una historia parecida se publicó en 1957, por cortesía del escritor John Toland, que refirió el caso del dirigible Macon, de la Marina de los EE.UU. En 1934, el Macon había participado en unas maniobras en el Caribe y emprendido el viaje de regreso. Al entrar en el cielo de California, en la tarde del 17 de mayo, el comandante, Robert Davis, oyó un fuerte chapoteo sobre su cabeza, en una de las bolsas de lastre.

Preocupado, al aumentar el ruido, subió a ver lo que pasaba, abrió la bolsa de lastre y miró en su interior. Nadando excitadamente, había allí un caimán de setenta centímetros de largo.

Nadie tenia idea de dónde podía venir. Llevaban varios días en el aire y parecía improbable que la grande y ruidosa criatura hubiese estado con ellos todo el tiempo, sin anunciar su presencia. Además, Davis, hombre inquieto por naturaleza, había estado dando vueltas por la aeronave desde el momento de su partida y no había observado nada tan fuera de lo corriente como un caimán.

La única explicación posible -aunque no tenía sentido- era que el reptil había caído en la bolsa de lastre desde arriba.

Y todavía hay otra historia, referida por Mr. y Mrs. Trucker, de Long Beach, California, que oyeron un fuerte golpe en el jardín de atrás de su casa en 1960. Inmediatamente después escucharon un fuerte gruñido. Cuando salieron, se quedaron perplejos al ver un caimán de 1.65 metros. Sólo pudieron sacar la conclusión de que había caído del cielo.

Caníbales antiguos y modernos
Los antropólogos modernos sostienen que los relatos de canibalismo son, por lo general, un mito. Pero las evidencias aportadas por el arqueólogo Jean Courtin indican que, por lo menos en una época tan alejada como la Edad de la Piedra, por lo menos un grupo de habitantes de la Edad de la Piedra, en efecto, comían carne humana.
Al investigar una caverna cerca de Fontgregoua, en el sudeste de Francia, Courtin y sus colegas encontraron los restos de seres humanos muertos hace unos seis mil años. Cuando se los examinó de cerca, los huesos revelaron pequeños cortes y marcas de golpes. Al parecer, la carne de los fallecidos había sido sistemáticamente arrancada de sus huesos.

Aunque eso no prueba que el que arrancara la carne en realidad la devorase, las investigaciones de Courtin indican por lo menos que había tenido lugar una matanza con alguna clase de herramientas entre seres de la misma especie. La antropóloga Paola Villa, que examinó los huesos, cree que los seis esqueletos pudieron haber sido hechos prisioneros de guerra y luego matados y comidos por sus captores.

La palabra «caníbal» procede de caribal, que se refiere a los hábitos alimentarios de algunos de los indios del Caribe, tal y como los observó Colón cuando llegó allí en su primer viaje.

Existen muchas razones para practicar el canibalismo. Un grupo en las islas del Pacífico Sur solía comer el corazón y otras partes corporales de sus enemigos, para absorber su valor y su fuerza. En otras zonas, tan alejadas entre sí como Irlanda y China, el canibalismo ha tenido lugar de manera esporádica durante las grandes hambres de los años 1840 (Irlanda) y los años 1930 (China). Cierto número de incidentes de canibalismo han tenido lugar entre los supervivientes en el mar de naufragios de buques y otros desastres en que se vieron privados de comida.

Los aztecas, tal y como lo observaron los conquistadores españoles cuando llegaron por primera vez a Méjico, limitaban su canibalismo a comerse los brazos y las piernas (a menudo cocinado con mole, una especia hecha con pimentón y ajonjolí), de los cautivos sacrificados a los dioses en los altares en la parte superior de sus elevados templos piramidales. Arrojaban el torso de la víctima a los animales del zoo imperial, pero conservaban las cabezas para decorar un edificio especial delante del templo principal en lo que ahora es la ciudad de México.

El canibalismo continuó practicándose en las selvas más interiores de Sudamérica, Nueva Guinea y partes del África Central hasta bien entrado el siglo XX. Un escritor y explorador estadounidense, William Seabrook, al describir un encuentro con el canibalismo ritual en África, escribió que cierto jefe de una tribu le ofreció un trozo de carne humana.. Le pareció que resultaba político aceptar y, como auténtico investigador, probó porciones de la carne fritas, estofadas y asadas. Le pareció que las muestras asadas eran las mejores y escribió que su sabor era parecido al del cerdo. En esto se halló de acuerdo con los antiguos caníbales de los Mares del Sur, que se referían a la carne humana como «cerdo grande.»

Capturado por un fantasma
El señor Frederick Fisher estaba borracho la noche del 26 de junio de 1826, cuando salió tambaleándose de una taberna de Campbelltown, Nueva Gales del Sur. Había tenido altibajos en su carrera, habiendo estado preso y convirtiéndose en próspero agricultor. En realidad, pocas semanas antes, le habían encerrado por deudas y había tenido que ceder sus tierras a un ex presidiario llamado George Worrall.

La gente empezó a sospechar cuando Fisher desapareció, después de aquella noche en la taberna, y se vio que Worrall llevaba unos pantalones suyos. Worrall contó que Fisher había salido para Inglaterra a bordo del Lady Vincent. Sin embargo, la Policía no quedó convencida y ofreció una recompensa de 100 dólares a quien diese información que condujese al descubrimiento del cadáver de Fisher. Interrogado de nuevo, Worrall confesó que cuatro amigos suyos habían matado a Fisher. Todavía escéptica, la Policía detuvo a Worrall. Pero, a falta del cuerpo del delito, tenia pocas probabilidades de hacer condenar al sospechoso.

El empate entre Worrall y las autoridades continuó hasta el invierno. Una noche, James Farley, respetable agricultor de la comunidad, pasó por delante de la casa de Fisher. Un siniestro personaje estaba sentado sobre la valla, señalando un lugar del jardín de Fisher. Convencido de que había visto un fantasma, Farley echó a correr.

Farley habló con el policía Newland, y éste, en compañía de un rastreador del lugar, visitó la finca de Fisher. Ambos encontraron rastros de sangre humana en la valla. Cavaron en el lugar indicado por el fantasma y encontraron el cuerpo destrozado de Fisher. Worrall fue enviado al patíbulo, condenado por el fantasma del amigo a quien había asesinado.

Cazando ladrones con percepción extrasensorial 
Si es usted propenso a las raterías, no lo intente en las «Shoppers Drug Mart», de Canadá. En vez de emplear un complicado sistema de seguridad, la cadena tiene contratada a un médium para descubrir a los ladrones, y sus directores dicen que tiene bien ganados sus honorarios.

En realidad, Reginald McHugh, vigilante psíquico, tiene una larga y distinguida carrera. Un día, mientras esperaba para hablar con unos reporteros de «Mediavision», compañía cinematográfica que rodaba un documental sobre él, McHugh se excitó de pronto. Aunque estaba sentado en una habitación sin ventanas en el fondo del almacén, exclamó:

-Esperen. Siento vibraciones. Pronto entrará una mujer morena con un vestido largo de color naranja y hurtará una caja azul con franjas amarillas.

Inmediatamente después, comunicó su impresión al detective de los almacenes.

Diez minutos más tarde, entró una dama india que vestía un sari de color naranja. El detective observó cómo metía una cajita en su bolso y la detuvo cuando se disponía a marcharse. La caja azul y amarilla contenía pastillas para la garganta.

Los operarios de «Mediavision» lamentaron no haber podido captar el episodio en una película, por lo que, el día siguiente estuvieron mejor preparados. Esta vez, McHugh llevaba un micrófono debajo del cuello de la camisa y predijo y señaló a varios rateros.

-Los hurtos se hacen tan rápidamente -dijo el productor asociado Tony Bond-, que, a menos que se sepa quién va a perpetrarlo, no hay manera de filmarlo. Sería una verdadera chiripa, con tantos pasillos y mostradores, poder pillar a alguien en el acto. Y lo hicimos varias veces.

Cerebros que dejan perpleja a la medicina
El cerebro es tan complicado que los científicos están trabajando de manera constante para descubrir cómo funciona. Sin embargo, es bien sabido que, incluso heridas y conmociones que parecen menores, pueden a veces causar daños en el cerebro, y que tienen por resultado efectos variados desde una pérdida de la sensación hasta ataques. Por otra parte, la bibliografía médica cita casos de daño grave en el cerebro que, sin embargo, no parecen afectar en absoluto a los pacientes.

Por ejemplo, en 1879 una mujer que trabajaba en un molino sufrió un espantoso accidente laboral. Una máquina despidió un tornillo grande, que se hundió 10 cm en el cráneo de la mujer. Durante el impacto quedaron destruidos trozos de su cerebro y se perdió aún más sustancia cerebral cuando los médicos le extrajeron el tornillo de la cabeza. La mujer se recuperó y vivió más de 42 años, sin sufrir ni siquiera un dolor de cabeza después de sus terribles sufrimientos.

Según la edición de 1888 de The Medical Press of Western New York, casi una cuarta parte del cráneo de un hombre quedó destruida al verse atrapado entre una cuaderna del puente y la superestructura del buque en la que estaba trabajando. La punta aguzada de la cuaderna arrancó parte de la cabeza del marinero de cubierta. Los médicos que cerraron la herida se percataron de que el hombre había perdido una parte sustancial de materia cerebral, así como sangre. Pero, en cuanto la víctima recuperó el conocimiento, empezó a hablar y comportarse como si se encontrase perfectamente. Salvo algunos accesos de mareos, gozó de buena salud a pesar de la pérdida de parte de su cerebro, hasta 26 años después cuando desarrolló una parálisis parcial y unos andares poco seguros.

Durante 27 días, un bebé nacido en el hospital «St. Vincent», de la ciudad de Nueva York, en 1935, pareció que era un niño normal: gritaba, comía y se movía. Sólo después de su muerte, descubrieron los médicos, durante la autopsia, que carecía en absoluto de cerebro.

En un informe preparado por el doctor Jan W. Bruell y el doctor George W. Albee, dirigido a la Asociación de Psicología de Estados Unidos, en 1958, los médicos observaron que se habían visto obligados a realizar una operación quirúrgica de urgencia a un hombre de treinta y un años. Aunque le eliminaron toda la mitad derecha del cerebro, el paciente sobrevivió. Y, según concluían los médicos, la operación, de manera inexplicable, «le dejó su capacidad intelectual virtualmente intacta».

El doctor Augustin Iturricha y el doctor Nicholas Ortiz, de Brasil, tienen documentado otra desconcertante historia acerca del cerebro. En una comunicación que presentó a la Sociedad Antropológica de Sucre, Bolivia, en 1940 Iturrucha le dijo a un paciente de catorce años, con unos terribles dolores de cabeza, que creía que tenía un absceso en el cerebelo. Al practicar la autopsia, se encontró con que la masa cerebral del muchacho estaba virtualmente desconectada del bulbo raquídeo, un estado con consecuencias similares a la decapitación. Sin embargo, el joven conservó todas sus facultades en orden hasta el momento de su muerte.

Un caso aún más extraño fue el relatado por Hufeland, un experto en el cerebro. Al realizar la autopsia de un hombre paralítico, que estuvo en pleno uso de su razón hasta el momento de su fallecimiento, no encontró en absoluto cerebro, sino sólo unos escasos centímetros cúbicos de agua.

Champ: El monstruo que vive en el lago Champlain 
El lago Champlain es una tranquila extensión de agua de 160 km de longitud, que une Vermont y Nueva York con Canadá. Sin embargo, debajo de él puede albergar a un extraordinario monstruo marino. Algunos de los primeros en verlo fueron seis personas en un crucero de placer por el lago, el 30 de agosto de 1878. Tenía dos grandes pliegues en la parte posterior de la cabeza que se proyectaban por encima del agua. Otro par de pliegues aparecían a unos 15 m por debajo, presumiblemente el extremo de la cola.

Bautizada Champ, la criatura ha sido avistada varias veces desde entonces. Por ejemplo, en 1971 la señora Roberts Green, su madre y una amiga se encontraban en un hotel contemplando el lago Champlain, cuando divisaron a una criatura serpentiforme con tres gibas que se desplazaba poco a poco por el agua. A partir de las descripciones y la naturaleza de su hábitat, existe la especulación de que Champ pueda ser un pariente lejano de Nessie, o el Monstruo del Lago Ness.